La palabra es...
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Debate sobre la libertad en un foro de discusión
martes, 19 de octubre de 2010
El silencio ha enmudecido

domingo, 17 de octubre de 2010
Mi callada manera de amar
En calladas frases que ni solitario expreso, me siento enamorado,
enamorado total, perdido y casi confundido en insipientes sueños,
sueños que ciertamente me sacan de balance con la realidad,
ilusiones nocturnas que vuelven mi vida una total pesadilla,
esperando de cada día, nada increíble y tan sólo seguir,
seguir esperando la noche, a la luna y el momento para dormir,
esperar a la luna y que se oculte el sol para soñar mi feliz vivir.
Hoy te llevo, mi amada Angélica, en un falso recuerdo,
en el momento donde tus rubios cabellos me acompañan,
en donde tus claros ojos son como ventanas al cielo,
ese cielo donde cada día veo volar aves y a las bellas mariposas,
donde las nubes son algodones de azúcar y la lluvia,
la lluvia que emana de esas nubes,
solamente es el líquido que puede saciar mi sed.
Recuerdo tu voz, canto para mis oídos, posando angelical como tu nombre,
sobre mi pensamiento, me lleva a pensar
desde que momento pasaste de ser mi mejor amiga,
y te volviste mi ilusión, mi aspirado amor, un amor platónico.
He sido tu fiel amigo, incondicional y a su vez,
esperando el momento oportuno,
escuchándote mi querida amiga, amada de hace cierto tiempo,
escuchando tus lamentos y secando tus lágrimas, que a su vez,
son el sagrado líquido que emana de esas nubes de azúcar y me da vida,
creyendo en la esperanza que entre más infeliz tú, más oportunidad tengo yo.
Soy el mismo, el mismo que te acepta melancólica en tus noches de llanto,
y en tus días de enojo por tu menstrual retraso,
el mismo que vive a la vez, esperando el momento oportuno,
imaginando declarar, de los días que pasan, en día alguno.
Es como he aprendido a amar y de verdad me causa asco,
esperar que sufras y entrar yo, como alivio a tu sufrimiento,
esperar a que recibas el veneno, para ser yo el antídoto al veneno,
y ese será el oportuno momento, donde por fin declarare este sentimiento.
Aunque cierto es que no será del todo malo si correspondido soy con tu amor,
he aprendido a conocerte, saber que te gusta vivir, amar y ser amada,
que eres vegetariana y te encanta el helado de chocolate con mermelada,
que prefieres el verano al invierno, porque odias el frío y prefieres el calor.
También sé cual fecha es la de tu cumpleaños y que deseas casarte a los 32 años,
que te gusta el color blanco más que el negro, siendo tu favorito el morado,
que te fascina el canto y odias el sabor del amaranto,
que prefieres ser sincera por más grande que pueda ser la condena,
ya que tu odias la mentira como tampoco te gusta comer demasiada harina,
sé que te agrada que te hablen con cortesía y que de noche disfrutas mas la poesía.
Te gustan tantas y tantas cosas, así como el matutino olor a rosas
que emana del balcón, donde algún día esperas, de quien estés enamorada,
una bella serenata con mariachi que sea por tu romeo interpretada.
Una esperanza en mi alma crece, y me pone a pensar,
que ciertamente nada pierdo con intentarlo,
decirte mi amada de años, que yo soy el hombre que anhelas,
decirte mi tierna princesa, que soy yo tu príncipe azul,
cantarte mi fértil sirena, al oído mil canciones de amor, las más bellas,
y recitarte las más bellas poesías de amor.
Regalarte rosas, las que tanto te agradan y llevarte serenata,
una bella serenata, tal vez desafinada pero por este tu romeo interpretada,
y por sobre todo, darte mi corazón, total y sincero,
mi total amor incondicional, sea en verano tanto como en invierno.
Por lo pronto el día se ha ido y la noche está cayendo,
ya viene, se acerca, poco a poco me siento de la luna preso,
sólo espero, me sea pronto el oportuno momento,
vivir con tu amor en la realidad, sin que sea un insípido sueño
y donde en la mañana, al momento de despertar
no sea una triste y vacía ilusión, un sueño que termina sin culminar.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Nina le dijo que no lo quería
Nina le dijo que no lo quería y el silencio lo embargó.
Fue sujetándolo con fuerza, helando una a una sus palabras, se comió todo pensamiento y lo dejó sumido en la total oscuridad. Él sintió como si cayera en un vacío y en medio de la caída las manos frías del silencio le apretaron la garganta.
Nina ni siquiera se dio cuenta, se limitó a mirarlo tristemente y luego se fue. Luego sólo se fue.
Él no se movió. La vio partir. Todo lo inundaba el silencio, pero las palabras de ella se quedaron como eco lejano.
Nina le dijo que no lo quería y él sólo se quedó callado.
domingo, 15 de agosto de 2010
Al deseo mismo
Hagamos una cosa, olvídate del mundo, olvídemonos de los demás,
tú sabes a lo que me refiero, perdámonos entre la trascendencia y la gloria
entre el cansancio y el sosiego,
Yo te deseo.
Tomemos vino o tequila, hagamos el amor.
Ya no importan las formalidades, ni el movimiento,
seamos presa de un sólo momento.
El ritmo de la vida, será con su misma fuerza en que hace tornados,
tormentas, huracanes, el que te desnude.
Tu blanco y joven cuerpo quedará a los ojos de la noche,
y yo no podré pensar en otra cosa más.
Unámonos en un mismo fuego,
fundámonos como dos bloques de hielo en la lumbre,
Eres la tierra y yo la semilla.
Hagámos el amor, convencidos de que nada más viene,
perdámonos una noche, seamos posesos del festin de los deseos,
tu cuerpo y mi cuerpo se enrollan, como lejanas nostalgias,
y desciendo y me pierdo en tu cuerpo.
No me preocupas con tu pureza,
porque lo que aquí pase
aquí se queda, yo no miento por supuesto,
en serio lo digo, te deseo
Me pierdo en tus ayeres,
divinos menesteres,
Quiero hacerte mía todo el tiempo,
(Tu bien sabes que no miento)
Nuestros cuerpos se batirán como nubes en la ciudad
lo que pase mañana no importa nunca más
(Bésame como si fuera olvido, como de cartón)
Pido tu cuerpo a gritos, en la humedad de mi voz
Hagamos el amor, al deseo mismo, cubriremos con furor la sed
porque no hacemos nada más, sino perder,
Quiero estar contigo (Tu bien sabes que no soy nadie)
Quiero estar con tu cuerpo, en una sinfonía de pasión.
Calmemos ese deseo, saciaremos el fuego de la vida
y con ese mismo ardiente regalo de prometeo,
daremos paso al olvido, daremos fin al deseo.
http://versosdefenix.blogspot.com
Míkel F. Deltoya
miércoles, 11 de agosto de 2010
El Secreto de Eros
con la piel abierta muevo al cielo,
son engañosos mis ojos de placer;
una hada propone el engaño.
El riesgo de destrozarte aún arde,
procuro llamarte “mi amor”
y el silencio ahuyenta la tormenta,
ya estás caminando descalza;
encomendado estoy a acompañarte.
entiendo que el fuego disminuya
y el sueño muestre la verdad;
una vida es escasa y mi boca es muda,
crueles pensares para mi mente humana.
Ya estás desnuda y deseosa,
tu cuerpo es instrumento de tortura
ya no comprendo a mí aflicción
pero sé cambiar tus besos por caricias.
lunes, 2 de agosto de 2010
La primera vez
—Te amo.
—Te amo.
Las manos se deslizan a la espalda, otras bajan al sexo, movimientos lentos, suaves… detonantes de los gemidos menos esperados.
—Espera…
—¿Qué pasa?
—Es que tengo miedo.
—¿Miedo de qué?
—De quedar embarazada…
En el silencio sólo se oye el sonido de los besos, sonidos suaves, hasta ricos. Una mano recorre el vientre, otra desabrocha una blusa. Ropa fuera. Cuerpos desnudos. Excitados. Queriéndose.
—No te preocupes, todo va a estar bien…
No se oye más. Sólo sonidos extraños. Nadie sospecha. ¿Ellos dos? ¿Ellos? Pero si esa chica se ve incapaz… y él también… pero ahora uno está encima de la otra, tratando de controlar las emociones de su cuerpo… sólo que todo es en balde, algo provoca que se mueva hacia adelante, con ganas, con verdadera satisfacción…
—Te amo, eres mi vida…
Y ambos sienten que están en las nubes, disfrutando realmente todo lo sucedido. Sus manos se acarician con ternura y los labios de ambos recorren con cariño las zonas menos esperadas. Todo está tan tranquilo en todas partes, nada existe… sólo ellos… fornicando.
sábado, 31 de julio de 2010
Hacer el amor sobre papel
Sobre papel y con puntillas de carbón, el poeta plasmó sus añoranzas; aún ignora su propio deseo carnal.
Tallones en el papel
El papel y

Olor a vergüenza ronda por la textura del lápiz, pues de él han escapado equivocadas frases.
El papel derrama lágrimas, duros tallones sobre su tersa piel tratan de esfumar los desaciertos que le queman. Impaciente por desvanecer las erratas despedaza su magullado cutis, ahora tendrá que volar al cementerio de los sueños.

El luto durara poco para el lápiz, un nuevo amante emergerá de donde han provenido los últimos cien papeles con los que ha fornicado, al poeta la inspiración se le ha escondido en la tenebrosidad de la noche.
Anhelo de venganza
El adiós profetizado por Eros ha desgarrado mi espíritu. Con la fragancia a muerte y sosegado por lo atroz del desengaño he suplicado ser aprisionado por la sombra de la venganza.

¡Oh Némesis, soberana de la venganza! Considérame un devoto adorador de tu magnanimidad. Apelo a tu misericordia y clemencia para que hagas escarmentar al contoneo libidinoso de la más desmoralizada sustancia. Con puntillas de carbón: escribo tu oración, gratifico tu atención y sustraigo los caducos deseos carnales.
La respuesta de Némesis:
Sus desprecios serán pagados con la muerte. Castigos de perdición tendrá, al abismo partirá deseosa. Caronte sólo está, acompañante él también apetece. Cogerá de él las caricias que te ha negado, derramará llanto hasta implorar por tu paz que despreció y pagará con su cuerpo el viaje a su deceso. Fornicará con el barquero hasta que satisfaga la carne de éste.

Adiós para siempre.
martes, 27 de julio de 2010
Quédate con tu luz
Los ojos son las ventanas del alma. Todo el mundo lo dice. A mí no me parece cierto. ¿Los ciegos no tienen ventanas, entonces? ¿Son acaso gente con las cortinas cerradas todo el día? Yo creo que las ventanas del alma son las palabras. ¿No me entiendes? Palabras. Todos saben palabras. Entonces hasta los ciegos y los sordos tienen ventanas para que la gente vea sus almas.
Pero seguramente los ojos tienen un papel importante ¿no crees? Porque sería un desperdicio tener unos órganos tan bonitos y tan inútiles. ¿Alguna vez has escuchado acerca de gente que puede ver el aura de las demás personas? Yo sí. Y creo en ellas, aunque te cause gracia. La gente que ve auras es la única que puede decir que sus ojos sirven para algo, porque, querido amigo, los tuyos y los míos son simples herramientas que podríamos no utilizar, y todo sería exactamente igual que ahora… Aunque chocaríamos más y probablemente no tendríamos idea de qué forma tienen las cosas que nos rodean, por supuesto.
Oh, lo siento, yo estaba hablándote acerca de la gente que ve el aura de otra gente. Disculpa, es sólo que a veces me distraigo en pensamientos que yo considero filosóficos, pero que seguramente tú, que estás muy bien instruido en esas cuestiones, ves como simples comentarios pasajeros y sin objetivo alguno. Como te decía, los únicos que realmente pueden decir que los ojos les sirven para algo son ellos. ¿Cómo que quienes? Pues los que ven tu aura, claro.
¿No sabes qué es un aura? ¿Pues en dónde has vivido, tú, persona filosófica que todo lo mira desde otra perspectiva? El aura es una especie de luz invisible que te delata por completo. Si yo pudiera ver tu aura, entonces –y sólo entonces- podría decir que te conozco por completo. Sabría si de verdad eres esa persona tan pensante que dices ser, o si sólo tomas los pensamientos de otros para trabajar en base a ellos. Tu luz, ésa que no puedes manipular por más que desees hacerlo, me diría quién eres realmente.
Todos tenemos luz propia. Supongo que cuando nacemos es blanca como un algodón, pero tan brillante como una de esas joyas caras que ni tú ni yo podremos comprar jamás. La luz de algunas personas adultas sigue siendo blanca, pero ellos son especie en peligro de extinción. El aura de gente grande es verde, naranja, roja o azul… ¿Por qué me miras así? ¿Crees que te estoy mintiendo? ¿No eras tú quien decía tener una mente muy abierta?
Por eso cuando me dejaste mi aura se veía tan gris y la tuya tan blanca… o eso creo yo. Creo que cuando dos personas se aman sus auras se unen y se vuelven una sola, brillante y blanca como las de los bebés. Pero cuando uno de ellos se va, se lleva toda la luz del otro con él, dejando que su aura se ponga gris, como una especie de sombra deprimente.
Y si el aura también dice en qué estado de ánimo se encuentra alguien… ¿Te imaginas cómo me sentía? Supongo que todos tus estudios y tu brillante punto de vista se resquebrajan cuando escuchas algo que no puedes entender. ¿Cómo decía Sade? Pues no recuerdo, pero era algo como: “El amor se puede fingir, pero el dolor no. Entonces, el dolor y el odio son los únicos sentimientos de los que uno puede estar cien por ciento seguro”. ¿Es correcto? Por eso Sade era tan malo con las mujeres. No podía soportar que ellas fingieran que lo amaban, y prefería hacerlas sufrir para estar seguro de que sentían algo por él, aunque fuera miedo.
Felicidades. Tú puedes estar seguro de lo que siento. Cuando te fuiste, cuando me dejaste y nada te importó más que alejarte de mí, te llevaste toda mi luz. Mi aura, ésa de la que te he hablado los últimos minutos, se volvió oscura, sucia y lastimosa. Pero tarde o temprano las velas se encienden de nuevo. Tarde o temprano la luz regresa, y nada puede apagarla, ni siquiera una sombra de tu calibre.
Yo no veo auras, pero imagino que cualquier persona que sí lo hiciera te habría dicho lo mismo que te he dicho yo… sólo que sin todo el desprecio y las ganas de no volverte a ver.
lunes, 26 de julio de 2010
Hastío a media luz
Escritora invitada: Minerva Hernández González
Estoy aquí a la luz de las velas.
Afuera llueve,
el ruido adormece un dolor que intento dejar atrás,
cuando te fuiste
me fumé un cigarrillo y no supe qué decir.
Después de un tiempo
me perdí en la inmensidad de mi habitación.
¿Ves? Todo es irónico
Hoy es un día de esos donde todo me cansa.
Me canso de ti y de mi estando sin ti.
Me canso de que mis pasos duelan cada vez más.
Me canso de conversar con el silencio
porque sólo le hablo de ti.
Estoy harta,
harta de la soledad que envuelven mis noches,
harta de dormir en el sillón
porque el colchón ahora es inmenso sin ti.
¿Lo ves? Me matas.
Percibo tu olor en las paredes,
sobre todo los lunes, y a diario pregunto:
¿Qué quieres cenar hoy?
Nadie contesta…
Ahora duermo con el estómago vacío,
regresa…
Al menos déjame el menú de unos cuántos días
para no morir de hambre.
¿Acaso no será suficiente mi sufrimiento
como para morir?
Ya sé, sólo olvidaste decirme
“Se terminó”…
viernes, 23 de julio de 2010
Apágate
Apágate en mi boca, te lo pido
despréndete de esa estela
que recorre mis sentidos…
No me digas que es mentira
esto que te escribo
porque es más cierto
que estos días,
es más verdad
que aquello del olvido.
Tu albor me está comiendo
las pupilas
apágate
difúndete en mis venas
¿Qué no ves que tanta luz
me ha dejado casi muerta?
miércoles, 21 de julio de 2010
Remembranzas de sofá

Los reflejos son atrapados en un charco de lodo, la tempestad despierta al calvario y la alegría vaga en una senda de espinos. Grutas forjadas por sombras se desploman en míseras partes y quejumbrosas madrigueras alumbran al peregrino. Ente acaudalado, tú que eres el arquetipo de la naturaleza has llover y libera la luz de sus luceros.
Humeo mis anhelos, amparo al segundero y estrujo al desconcierto.

Construyo un castillo, me visto de azul y ensillo a mi unicornio. Riño con espantos, dragones, ogros y caníbales. Desmiembro émulos, capturo discrepantes e imputo al rey tu felonía. Abrigo el caudal de gratitudes ofrendadas a mi valerosa andanza y parto ávido por encontrarte.
Discierno las paradojas yuxtapuestas a nuestra aflicción, tus calumnias me hacen hesitar y penitente propago ilusiones superfluas en mi bastarda fe.
Con la cobardía a media luz levanto la derrota y atrapo la claridad centellante de la luna; ángeles revolotean en las ventanas y los cocofantes mordisquean las bendiciones de tus apresuradas caricias. Dejo el sofá para dirigirme a la tempestad. Remembranzas rondan a la impaciencia. Camino al brillo de tus carantoñas, añorando tropezar con la verdad.
sábado, 17 de julio de 2010
Yo también me iré
¿Sabes? Desde que te fuiste he pensado un poco más en lo que va a ser de mí cuando me olvide de ti, si es que ese día llega alguna vez. Y en la muerte. He pensado mucho en la muerte, incluso más de lo que me gustaría aceptar, porque desde que tú te hiciste amigo suyo yo he tratado de alejarme de ella lo más posible. Ya no salgo sola de noche, no paro de mirar a mis espaldas para cerciorarme de que nadie esté siguiéndome, y si un tipo me mira por más de diez segundos me entra el pánico. Yo no quiero unirme a tu nuevo grupo de amigos.
A veces siento que vienes a visitarme. Escucho ruidos y juro que eres tú, pero mis padres aseguran que me estoy volviendo loca y que debo visitar a un psicólogo. Cinco. He visitado cinco psicólogos diferentes desde que te mataron, y ni uno ha podido entender el miedo irracional que le tengo a la muerte. Ellos no saben nada; dicen que tengo un trauma porque tú falleciste trágicamente, pero la verdad es que con tu partida se me abrieron los ojos de golpe, como si hubiese vivido creyendo que era inmortal, y de pronto todo representara un peligro potencial para mí.
Me ayudaría de verdad que me dijeras qué hay en ése lugar donde estás ahora. Quisiera que me avisaras si existe el Dios en el que dejé de creer antes de lo que sucedió. Tú sí creías en él, pero me pregunto si estarás decepcionado ahora que llegaste a esa otra vida, como siempre la llamaste. ¿Te encontraste con tu Dios? Tal vez no había nada del otro lado y te arrepientes por haber desperdiciado tanto tiempo rezando y diciéndome que algún día entendería lo que Dios significa. Para mí él no significa nada. Creo que la gente lo inventó porque es lo que más les conviene, ¿no? Cuando les sucede algo malo siempre dicen que Dios así lo quiso, y la verdad, si mi Dios me tratara así, yo le retiraría la palabra de inmediato.
¿Qué crees que es lo peor? Que tengo miedo. No sé cómo será un mundo donde yo no esté. No sé si habrá alguien que me extrañe tanto como yo te extraño a ti, y sobre todo, no sé si sabré que me he ido. Todas las noches despierto llorando, diciéndome que nada va a pasarme, que no voy a morir pronto y que todavía me queda mucho camino por recorrer. Pero sé que no es así. Podría morir justo ahora, mientras hablo contigo. ¿Te gustaría que muriera pensando en ti? ¿En quién pensaste cuando te fuiste, eh? ¿Sentiste miedo? Hace un año que te fuiste y yo sigo preguntándome dónde estás. Sigo pensando que yo no merezco morir, que nada de lo que he hecho valdrá la pena si muero, y a veces me digo a mí misma que veré el fin de los tiempos y seguiré viva después de eso. Así le dicen: miedo. Los psicólogos dicen que es una fobia, pero ¿cómo tenerle fobia a algo que ni siquiera se ve? Porque yo te vi al entrar a ese agujero oscuro y seco, pero jamás te vi partir. Vi tu cuerpo sin vida, pero no tu espíritu… ¿Tenemos espíritu?
Creo que me apanica eso de saber que un día me iré de todas formas. Que no importa cuánto me esfuerce, o cuánto me cuide de los peligros que hay a mi alrededor. Moriré. Y tendré miedo el día que eso pase. Es algo inevitable, algo que sucederá de todas formas y que en el fondo no puedo negar, aunque mis palabras expresen lo contrario.
Después de todo, tú ya no estás. Eso es suficiente prueba de que la muerte no se puede negar. La muerte no se evita, porque ella no se olvida de nosotros aunque creamos que viviremos eternamente.
martes, 13 de julio de 2010
Cosquillas, guerras y…
Sentada, mirando hacia arriba, así me encuentras. Quiero observar cuántas líneas tiene el techo y cuántas trazan la inicial de tu nombre. ¿Qué haces?, preguntas sentándote a mi lado, volteando la mirada hacia donde yo veo, ¿sigues la trayectoria del bichito? Comparto una de mis tímidas sonrisas, luego mis ojos buscan los tuyos, y nos damos un beso de pupilas. Estés o no estés, de todos modos, siento revoluciones en mi cuerpo.
Tu mano se extiende por mi hombro, me das un abrazo a medias, de ésos que te sé apreciar. Recargo mi cabeza en tu regazo y comienzas a contarme cómo te fue en el día. Tu dedo acaricia la palma de mi mano, siento lentamente cómo las sensaciones son capitanas del ejército que comienza las trifulcas en mi piel. ¿Qué tienes?, preguntas sin dejar de frotar tu dedo contra las líneas de mi mano. Cosquillas, respondo, es eso que llamas cosquillas.
¿Eso que llamo cosquillas?, ¿acaso no lo son?, tu mano se desliza a mi barriga y finges tocar el piano alrededor de mi ombligo. La sonata me mata de la risa, pero creo que en lugar de carcajadas, escapan notas musicales, ¿Esto no son cosquillas?, dices mientras tu sonata se convierte en sinfonía.
Eso sí, pero esto… te digo pasando lentamente mis dedos por tu cuello, esto no. Noto divertida cómo las batallas inician en tu piel. Esto, ¿cómo se llama?, preguntas alcanzando mi mano con la tuya mientras sostienes con firmeza la mirada. Yo lo llamo… guerra. ¿Guerra?, ¿por qué?, ¿piensas que provocamos muerte?, ¿tristeza?...
Pienso que hay batallas por toda la piel, ¿no las sientes?, es como si aquellas descargas eléctricas fueran los mensajeros que corren a anunciar que pronto habrá una revolución entera por el cuerpo. Eso siento cuando no estás, cuando me llamas por teléfono, cuando me nombras… ¿Tú no las sientes?
No, confiesas quitando mi mano de tu cuello, no creo que sea una guerra lo que pase por mi cuerpo… Te miro confundida y mi voz triste deja escapar ¿Entonces? Sonríes, besas mi mano y luego susurras a mi oído… Lo que siento cuando estoy contigo es inefable… Sonrío. Bonita palabra, digo en voz baja. Me miras de reojo, recuestas tu cabeza en mis rodillas, tomas mi mano y colocándola en tu cuello me pides: ¿Quieres hacerme sentir eso inefable de nuevo?
domingo, 11 de julio de 2010
Indecible génesis

El día vanagloriado de su luminiscencia se mofaba de la temible interrogante de la noche. Dios vio que el alba comenzaba a esparcir amargura en las tinieblas. La inmensidad era fría, áspera e infructífera. Dios ha visto que el crepúsculo se acerca y la noche atormentará a su creación.
Dios pensó:
Al día lo bendije con la luz que permitirá que se vea lo bello de mi creación y a la noche la he dejado en penumbras. La creación deberá ser justa para la tenebrosidad tanto como lo ha sido para el amanecer. Al día he de darle un astro colmado de fuego para llenar de calor a la luz. En cambio a la noche he de darle a una musa que inspire a los poetas e ilumine a la ignorancia, además de que proteja al que venza el temor a la oscuridad. La he de nombrar la protectora de los que se aventuren en los mares y los que canten al amor.
Atardeció y amaneció: fue el día Primero.
miércoles, 7 de julio de 2010
El último recuerdo
Había escrito la escena miles de veces, pero de maneras diferentes. En un poema, en una novela, incluso había podido hacer uso de ella para un trabajo escolar. Esa escena de su vida, ésa en especial, jamás la olvidaría. Moriría, se iría, tal vez su alma no llegaría a ningún lugar, pero aquella escena la guardaría en su memoria por siempre. Pensaría en ella cuando la máquina dejara de mantenerla con vida. Recordaría las arrugas que se formaban bajo los ojos de su padre al sonreírle, y la risa de su madre cuando Nora cayó al arroyo y se mojó todo el vestido.
Al llegar a casa, su padre se sentó en el piano y comenzó a tocar una pieza de las suyas. Nora disfrutaba mirando sus dedos deslizarse sobre las teclas con una delicadeza hermosa, haciendo que las notas se elevaran por encima de su cabeza y llenaran la habitación con el mejor sonido que ella había escuchado jamás. Vio a su madre preparar las galletas, pudo olerlas al salir del horno y disfrutarlas cuando tocaron su paladar. Observó el amor que se tenían ambos, casi sintió el calor en su piel cuando la abrazaron, recorrió cada una de sus facciones, prometiéndose que jamás, bajo ninguna circunstancia, los olvidaría. Se dijo que nadie había tenido nunca una familia como la suya y se sentía afortunada por pertenecer a ella.
Dos días después murieron. La dejaron sola y ni siquiera había sido su decisión. Ellos la amaban y Nora se sentía culpable porque no había estado ahí para despedirse de ellos, aunque si hubiese estado, habría muerto ella también dentro de la lata aplastada en que se había convertido el auto después del choque. Desde entonces Nora no dejó de visitar el claro ni un sólo día, permitiendo que los rayos de Sol le recordaran la calidez que había sentido unos años atrás, no dejó de oler las flores ni de mojarse en el arroyo. Todos los días deseaba que su padre pudiera sonreírle y su madre estuviera riendo de su vestido mojado y los rizos alborotados por el viento. No dejó de escuchar la misma melodía que su padre tocó en el piano esa noche, ni dejó de cocinar las galletas que su madre había hecho para ella.
Habían pasado casi cuarenta años desde entonces, pero Nora seguía teniendo frescos todos los recuerdos y las sensaciones. Escribió la escena por última vez en una libreta que le había prestado la enfermera, cerró los ojos de nuevo y esperó a que apagaran la máquina. Entonces sintió cómo se le iba la vida entre los dedos. Visualizó a sus padres, el claro, las flores y escuchó la música mientras dejaba de existir. La vida se pierde, incluso el tiempo se pierde, pero las memorias permanecen para siempre.

sábado, 3 de julio de 2010
El efecto de haberte perdido
después de todo… es la verdad
creer que en mi silencio
sólo se rompe tu risa
y pensar que en su destrozo
aún puedes respirar…
Puedo sentir la nostalgia que invade
cada célula del cuerpo,
imaginar que en este otoño
tu volverás con el viento
mentira… mera soledad.
Y estas letras que se clavan
en mi garganta
que componen cada parte
de tu nombre
se transforman en sangre…
cuando sin querer
y sin notarlo
rasgo tu beso
en mis labios.
jueves, 1 de julio de 2010
Amada Princesa

–Levántate princesa de tersa piel, adorable sonrisa y mirada radiante de dulzura.
Zarina se negaba a responder a tan extraña cortesía, sin embargo, la voz suave seguía insistiendo en brindarle su ayuda.
–Coge mi mano y déjame limpiarte tu enternecedor rostro.
Transcurrieron unos minutos sin que se dijeran una sola frase, sólo las gotas de lluvia irrumpían el silencio; la mujer no sabía que responderle, la desconfianza era parte de aquel sigilo. La calma de aquel instante fue cortado cuando la lluvia arreció, pero ni siquiera con el aguacero la silueta que extendía una mano a la mujer dejaba de hacerlo. Zarina convencida de que verdaderamente la sombra quería ayudarla decidió tomar su mano.
Con la mirada baja agradeció la ayuda al extraño y salió corriendo sin ningún rumbo. Después de haber andado por un largo tiempo encontró refugio bajo unos portales en donde la mayoría de los vagabundos buscaban protección de las inclemencias del clima. Los pensares en ese momento eran enfocados en aquella sombra que le había auxiliado, creía que quizás era un policía, sin embargo, de lo único que estaba segura era que se trataba de un hombre porque su mano era fuerte y algo áspera, además, la silueta manifestaba una complexión varonil. Por estar meditando tanto en el misterio de aquel hombre ya había olvidado el motivo por el cual estaba fuera de casa.
Permaneció en un rincón oscuro de aquellos portales, pérdida entre sus meditaciones, ya no le importaba la fría brisa ni el miedo de estar rodeada de gente extraña. Apenas el sol asomaba sus primeros rayos cuando Zarina se encaminaba de regreso a casa, si bien, no recordaba el pesar que le acongojaba, sabía que estando en su hogar podría recapitular de nuevo su vida.
Abrió la puerta de su casa y cayó de rodillas, el rostro se le humedeció nue

La desdichada mujer se dirigió a la cocina para comer algo. Ahí miró un sobre que se encontraba en el comedor y lo tomó, sin embargo, estaba indecisa en abrirlo, sospechaba que no contenía algo muy grato para su estado anímico así que presurosamente lo dejó de nuevo en el lugar de donde lo había tomado.
domingo, 27 de junio de 2010
La decisión

Mira. El cielo se oscurece, como advirtiendo que va por ti. Hace ruidos extraños, se enrosca, avanza peligrosamente rápido hasta donde estás tú. Las nubes son como un ejército mortal, tratando de absorber tu cuerpo con la misma facilidad de un tornado. Todo lo que hay sobre tu cabeza se asemeja a un agujero negro, tragando lo que encuentra a su paso, incluyéndote a ti.
Corre. Las hojas de los árboles caen y se arremolinan a tus pies, creando una trampa difícil de esquivar que en cualquier momento te hará caer y entonces el cielo hará lo que quiera contigo. Las ramas te retrasan, te toman por la ropa, no quieren que te vayas. La tierra frente a ti se agrieta, amenaza con tragarte en cualquier momento y el pasto crece para enredarse en tus tobillos y así atraerte al suelo que sigue abriéndose, esperándote.
El cielo y la tierra libran una batalla por ti.
Elige. No hay otra opción. Detrás de ti las nubes parecen alcanzarte, rodearte, absorberte. Delante, la tierra espera un solo tropiezo para apoderarse de tu cuerpo. Es tiempo de decidir, pero ¿por qué? Eres tú. Ni el cielo ni la tierra tienen poder sobre ti. Nada lo tiene.
Huye. Encuentras un sendero que aparece de la nada y lo tomas. Al cielo se le dificulta alborotar tu camino y las grietas de la tierra son cada vez más estrechas, haciendo fácil la tarea de esquivarlas. Mientras más corres, más te alejas de la fatalidad. Decidiste no seguir ninguno de los dos caminos y creaste el tuyo.
Despierta. Todo ha terminado.
miércoles, 23 de junio de 2010
Muere mi monstruo
Me expando sobre los campos y las calles vacías, estoy tan sola. Me siento tan sola. Y estoy cansada de esperar.
Quiero tirarme,
volcarme,
regarme …
sobre los pies de las personas,
en sus oídos y en sus ojos.
Deshacerme.
Ya nada tiene sentido. Así que emprendo el viaje.
Veo el panorama que se alza sobre mí. Debo abarcarlo. Debo poseerlo. Así que comienzo tragándome las nubes, siento algodones en el pecho. Y lloro. Mis lágrimas torrenciales matan los cultivos. Desde abajo a un niño se le ocurre mirarme, mala idea, sus pupilas reflejan mi cuerpo y se estremece.
“¡El cielo tiene un monstruo!”, dice a su madre.
¡Ja!, monstruo. Ahora soy eso. Y me enfurece. Quiero tragarme todo. Ya me comí las nubes, quiero tragarme el aire. Abro la boca como la ballena de Jonás. Las corrientes se atiborran en mi interior.
Me asfixio,
me inflo,
exploto.
Mis restos yacen en el camino
.
.
.
Abro los ojos. Sólo escucho la voz de ese niño…
“Por fin se acabó la fatalidad”.
lunes, 21 de junio de 2010
Los cantos de una predilección fatal

Ya terminé de deshojar la margarita de su pecho, ese último pétalo que cayó permitió que dijera que me quiere, fue el desplome de sus pétalos la forma más hermosa de morir en su pecho lleno de caricias vacías. Una gran pesadumbre abastece las ansias de que florezca la margarita de su pecho para así hurtar la corola de las entrañas de su pérfida ofrenda. La lluvia no toca sus presurosas ansias de irse a revolcar en el viento que rompe en sus mejillas la sonrisa que malogra el más noble sentir. La combinación entre pasión y dolor adormecen los olores de los brotes de su tersa piel. Apocado deambulo al miedo que suscita mi devenir fatal que ha tocado la esencia de mis cantos que han armonizado la dicha de aquel último pétalo en que dejó escrito que me apetece.
Imprudente verdad
Temo decirte que la pujanza de mi corazón depende de las cadenas de tu pasión, deliro por una caricia, ofusco al olvido y me condeno adorarte sin objeción. Te doy libre albedrío sobre mi savia y te convierto en la titiritera de mi corazón. Emprenderé un viaje al pasado para pintar en mi recuerdo tu rostro, dispongo a mis luceros a no perderte en el alojo de mi afecto. Soy tu olvido y tu pasión, sólo no te quedes con las ganas de abrazar al otoño que exfolia el augurio de nuestro frenesí.
El canto del mudo
Me he quedado mudo, mi doncella ha extirpado mis aullidos pasionales, vivo en el estridente silencio del odio. Rosas blancas caen del cielo y me recuerdan que sólo escupo saliva que balbucea la amnesia fatal del gorrión que canta entre la ventisca. Sorprendo escuchando al sordo mis secretos y al ciego mirándote desnuda, caigo en reflexión de tu calumnia y canto con el sigilo más ruidoso, armonizo la penumbra y alumbro el callejón del olvido. Buscando tu vileza caliento al sol y humedezco a la lluvia, concibo tu desprecio y procuro decirte palabras silenciosas. Disimulo mi desconsuelo en turbulentas sonrisas de calamidad. Escudriño en los restos del cadáver de nuestra afición y comprendo que es tiempo de emprender un estado taciturno.

¡Sufre Odalisca! Ya no des a mamar tu sensual caminar, deja de exponer tu desnudo torso que desenfrena el instinto carnal, suplica por el alimento de tu desnutrido cuerpo, deforma tu cabello y formula la más calmada apelación de muerte. Coge los latigazos del acalófilo que se baña de tu mundano contoneo. ¡Ten miedo, Odalisca! El porvenir que habías formulado se ha caído por los besos que te han robado, ya no bailes tu destino que has quedado desabrigada. ¡Oh Odalisca! Te quedaste sola y en el más putrefacto destino.
La huida de las musas
Este es el vigésimo séptimo poema que te escribo, pero este ya no tiene el calor de mis musas que se fueron a esconder en el llanto del mar, ya es absurdo pensar en tus latidos, desconozco por qué ya no puedo rubricar que provocas un eclipse a mi corazón. Mi numen se ha puesto a lamentar la partida de la inspiración que te hacia suspirar; tirita de frio la pluma con que componía alegres coplas de tus besos y he perdido el mazo con que esculpía un monumento a tus labios que deseo. Me he quedado sin musas, he caído en lo más hondo de la desesperación que posterga la perdida de tu delirante jadeo.
Promesas de otoño
Ya se marchitó el indicio primaveral de tu afición, el viento corre y se ha llevado las hojas que caen de mis llorosos ojos. El cálido saludo del sol sonroja tus mejillas y alienta a que borres las huellas que te guían de regreso a mis brazos que se han endurecido por tanto esperar palpar tus finas manos. Resguardo mis ojos para no disparar miradas destellantes de pasión, paralizo mis manos en el aire para no tocar almas ajenas a la tuya y entorpezco mis pasos para que no se alejen mucho de tus pisadas, trago mi orgullo esperando al otoño que prometió arrastrar la maleza fatal del desamor.
