La palabra es...

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martes, 19 de octubre de 2010

El silencio ha enmudecido

I


El sueño transpira ilusión, suspiros emergen del mar, éste que es aposento de dioses y héroes. Clarifico las dudas tautológicas y he visto al silencio enmudecer. El reposo fue interrumpido por el escandaloso rechinar de la vieja mesa que sostiene al único florero que marchita a sus violadores. Las dudas hacen tropezar a mí entender y el cielo se humedece para limpiar las penas de los individuos que añoran ser autónomos; no figuran fusiles, sólo silencio. Revolución sólo es la construcción que envenena a la autonomía, supone gloria y regala temblorosos gritos que se turban bajo las balas que penetran las mantas pintarrajeadas que exigen al amo lo que le quitó al perro, ése que lame las botas que ya no tienen brillo.

II


Sigilosamente el silencio desflora a los ideales de los hombres soberanos. Ya sólo somos populacho, carentes de valor, máquinas que esperan pero sin esperanza; ya la naturaleza nos es inútil, seguimos sin entender que en ella vivimos. Construimos senderos por los cuales transitan los sueños, ésos que no tienen principio y entonces ¿cómo conocerán su fin? En los gritos de libertad se guardan los aullidos que cantan a la luna, ésa es de queso y alimenta a los roedores que somníferos se levantan y sumergen a las ideologías en el baúl de los recuerdos.

III


Cuando se alimenta el odio y se desecha al amor hablan los restos de un hombre soberano; inalcanzables nos son las tareas de la vida. En casa se reza a los dioses para que resguarde al porvenir, sin embargo, en ella también se follan a las mujeres. Somos efecto que no tiene causa, tiranos de la naturaleza, reyes de la nada y superfluos de la existencia.

IV


Llamé hermano al que compartió mi cuerpo, soy fraterno con el que me pidió libertad, absurdo me es entender qué es la vida, somos nada y en nada nos convertiremos. Ya no traté de escapar de lo añorado y he creado al silencio, mismo que me es ajeno. Sólo escucho murmullos y nihilista predispongo a los intereses de mi hermano. El silencio ha enmudecido, el ocaso se ha nublado con muchas probabilidades de que comience a llover. Mojada está la libertad de ella emana un olor extraño, es el mismo que suelen tener los que ya no andan por este mundo.


domingo, 17 de octubre de 2010

Mi callada manera de amar

Por: Roberto Manuel Burgos

En calladas frases que ni solitario expreso, me siento enamorado,
enamorado total, perdido y casi confundido en insipientes sueños,
sueños que ciertamente me sacan de balance con la realidad,
ilusiones nocturnas que vuelven mi vida una total pesadilla,
esperando de cada día, nada increíble y tan sólo seguir,
seguir esperando la noche, a la luna y el momento para dormir,
esperar a la luna y que se oculte el sol para soñar mi feliz vivir.

Hoy te llevo, mi amada Angélica, en un falso recuerdo,
en el momento donde tus rubios cabellos me acompañan,
en donde tus claros ojos son como ventanas al cielo,
ese cielo donde cada día veo volar aves y a las bellas mariposas,
donde las nubes son algodones de azúcar y la lluvia,
la lluvia que emana de esas nubes,
solamente es el líquido que puede saciar mi sed.

Recuerdo tu voz, canto para mis oídos, posando angelical como tu nombre,
sobre mi pensamiento, me lleva a pensar
desde que momento pasaste de ser mi mejor amiga,
y te volviste mi ilusión, mi aspirado amor, un amor platónico.

He sido tu fiel amigo, incondicional y a su vez,
esperando el momento oportuno,
escuchándote mi querida amiga, amada de hace cierto tiempo,
escuchando tus lamentos y secando tus lágrimas, que a su vez,
son el sagrado líquido que emana de esas nubes de azúcar y me da vida,
creyendo en la esperanza que entre más infeliz tú, más oportunidad tengo yo.


Soy el mismo, el mismo que te acepta melancólica en tus noches de llanto,
y en tus días de enojo por tu menstrual retraso,
el mismo que vive a la vez, esperando el momento oportuno,
imaginando declarar, de los días que pasan, en día alguno.

Es como he aprendido a amar y de verdad me causa asco,
esperar que sufras y entrar yo, como alivio a tu sufrimiento,
esperar a que recibas el veneno, para ser yo el antídoto al veneno,
y ese será el oportuno momento, donde por fin declarare este sentimiento.

Aunque cierto es que no será del todo malo si correspondido soy con tu amor,
he aprendido a conocerte, saber que te gusta vivir, amar y ser amada,
que eres vegetariana y te encanta el helado de chocolate con mermelada,
que prefieres el verano al invierno, porque odias el frío y prefieres el calor.
También sé cual fecha es la de tu cumpleaños y que deseas casarte a los 32 años,
que te gusta el color blanco más que el negro, siendo tu favorito el morado,
que te fascina el canto y odias el sabor del amaranto,
que prefieres ser sincera por más grande que pueda ser la condena,
ya que tu odias la mentira como tampoco te gusta comer demasiada harina,
sé que te agrada que te hablen con cortesía y que de noche disfrutas mas la poesía.

Te gustan tantas y tantas cosas, así como el matutino olor a rosas
que emana del balcón, donde algún día esperas, de quien estés enamorada,
una bella serenata con mariachi que sea por tu romeo interpretada.
Una esperanza en mi alma crece, y me pone a pensar,
que ciertamente nada pierdo con intentarlo,
decirte mi amada de años, que yo soy el hombre que anhelas,
decirte mi tierna princesa, que soy yo tu príncipe azul,
cantarte mi fértil sirena, al oído mil canciones de amor, las más bellas,
y recitarte las más bellas poesías de amor.

Regalarte rosas, las que tanto te agradan y llevarte serenata,
una bella serenata, tal vez desafinada pero por este tu romeo interpretada,
y por sobre todo, darte mi corazón, total y sincero,
mi total amor incondicional, sea en verano tanto como en invierno.

Por lo pronto el día se ha ido y la noche está cayendo,
ya viene, se acerca, poco a poco me siento de la luna preso,
sólo espero, me sea pronto el oportuno momento,
vivir con tu amor en la realidad, sin que sea un insípido sueño
y donde en la mañana, al momento de despertar
no sea una triste y vacía ilusión, un sueño que termina sin culminar.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Nina le dijo que no lo quería

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Nina le dijo que no lo quería y el silencio lo embargó.

 

Fue sujetándolo con fuerza, helando una a una sus palabras, se comió todo pensamiento y lo dejó sumido en la total oscuridad. Él sintió como si cayera en un vacío y en medio de la caída las manos frías del silencio le apretaron la garganta.

Nina ni siquiera se dio cuenta, se limitó a mirarlo tristemente y luego se fue. Luego sólo se fue.

Él no se movió. La vio partir. Todo lo inundaba el silencio, pero las palabras de ella se quedaron como eco lejano.

 

Nina le dijo que no lo quería y él sólo se quedó callado.